

A Coup de Theatre
Season 3 Episode 9 | 1h 14m 35sVideo has Closed Captions
Ana quits, but Alberto finds a way to save her career.
Ana quits, but Alberto finds a way to save her career. After an argument with Alberto, Cristina’s lie may be exposed. Patricia’s wedding nears collapse.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback

A Coup de Theatre
Season 3 Episode 9 | 1h 14m 35sVideo has Closed Captions
Ana quits, but Alberto finds a way to save her career. After an argument with Alberto, Cristina’s lie may be exposed. Patricia’s wedding nears collapse.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorship-¿Qué ha pasado?
-Lo siento.
-Tienes que confiar en mí, vamos a ser felices.
-Pero no juntos.
-¿Dónde has estado?
-La tenía por una persona responsable, Ana.
Su tío ya no está para estos sustos.
-No volverá a pasar.
-Alberto y yo hemos terminado.
-Ana, Dios mío, por favor.
Pero ¿dónde estabas?
-Cristina, ¿estás embarazada?
-Ese hijo no es tuyo.
-Me vuelvo a Valladolid.
-¿Qué me dices?
-La ciudad no para mí, Clara.
-Me he ido de casa.
¿Puedo quedarme aquí?
-Anda, dame esa maleta.
-Todo el mundo merece una segunda oportunidad.
Sobre todo si tienen un cuello tan bonito.
Como juegas con mi colección, te lo retuerzo.
-Uy, menuda sortija.
-Todo es poco para mi futura esposa.
-¿Qué es lo que tengo que hacer para poder tomarme algo con usted después de clase?
-Tomé la decisión de separarme de mi mujer y la voy a llevar adelante.
Con Ana o sin Ana.
-Has conseguido anular tu matrimonio.
-Si algo me enseñaron los Oteguis es que todo se puede conseguir con dinero.
-Voy a terminar con esa fulana.
-Cuidado con lo que dices.
-¡Perdone!
¿Es usted Ana Rivera?
-¿Es usted Phillipe Ray?
-¿Desde cuándo lleva diseñando para Velvet?
-¿Por qué eligió ese nombre?
-Foto.
-Ya estoy viendo los titulares de mañana.
Triunfante colección de la zorra de Alberto Márquez.
-¡Pero tú qué...!
-¡Señoras!
Fuera de aquí ahora.
-Vas a ser el blanco perfecto para la prensa.
Es tu colección, tú decides.
-Seguimos adelante.
-Te necesito a mi lado.
Te prometo que nunca jamás me vas a volver a pillar en un renuncio.
Estoy loco por ti.
-Esto está más lleno que nunca.
-Después de todo, las cosas van a salir bien.
-¿Y cuál es mi asiento?
¿Qué pasa?
-¿Ya no te acuerdas de mí?
-Michelle.
-Nunca antes había conseguido reunir a dos genios de la moda para colaborar en una colección.
Esta noche les pido que abran su mente y que dejen sus prejuicios a un lado.
-Ana Rivera, es momento de presentar a Phillipe Ray.
[♪ música suave] [♪ Alba Llibre, Lucio Godoy: "Falling In Love"] [♪ Paul Williams: "Golden Age of Hollywood"] [conversaciones indistintas] -Buenos días.
¿Necesitan algo?
¿Puedo echarles una mano?
-Quiero que me tomen medidas para ese modelo.
-A mí para aquel.
-Y yo, y yo.
-Y yo.
-Si me disculpan un segundo, voy a buscar una libreta para apuntar los pedidos.
-La gente ha venido con ganas, ¿no?
-Serán señoras muy finas, pero parece que están comprando alubias en el mercado.
-Bueno, pero a lo mejor las colecciones se venden como churros, primo.
-La colección, primo, la colección.
Fíjate, Raúl de la Riva, Phillipe Ray.
A la vista está.
-Ha llegado el momento de ingerir el alimento.
[risa] Es la tostada y la leche templada, como a ti te gusta.
-No tengo hambre, tío.
-Ana, hija, anoche no es que fuera... -Anoche hice el mayor ridículo de toda mi vida.
-No digas eso.
-¿Por qué?
Si es verdad.
Soy el hazmerreír de todo Madrid.
-Has hecho la mejor colección que haya desfilado jamás por estas galerías.
Y no vas a dejarte vencer por la opinión de unos cuantos.
Ahora, ahora más que nunca tienes que mantener la cabeza bien alta, ¿eh?
-No tengo fuerza.
-Ay, don Emilio, que no sabíamos que estaba aquí.
-Os dejo con ella, a ver si tenéis más suerte que yo.
[♪ música triste] -Venga, anímate, que te digo yo que la gente tiene muy mala memoria.
Ya verás como mañana nadie se acuerda de lo que pasó.
-Bueno, y si se acuerdan, pues mira, que digan y que hagan lo que quieran.
¿No?
A ti como se dice en misa.
Tú lo que tienes que estar es muy orgullosa de tu trabajo.
-Claro, porque todos lo que te queremos lo estamos.
-Que además es solo un desfile.
Qué más da, pues ya harás otro y ya conseguirás callar la boca de esos cotillas.
-Pero ¿de verdad creéis que va a haber más?
¿De verdad creéis que alguien va a comprar un Phillipe Ray después de lo de ayer?
Aposté todo y ya no tengo nada.
[sollozos] -En momentos así me doy cuenta por qué me fui a vivir a París.
País de borregos, gentuza.
-Esa gentuza ha hecho exactamente lo mismo que tú hace unos meses, juzgar a Ana por su vida privada.
No me mires así, Raúl.
-¡Ah, claro que lo hice!
¡A Ana y a Alberto!
-¿Entonces?
-Pero si te olvidas algo, yo era amigo de Cristina, Mateo.
Esa gentuza no.
Y yo nunca puse en tela de juicio ni el trabajo de Ana ni su talento.
-¡Ya basta!
Que discutáis vosotros no va a arreglar las cosas.
-Pero si discute él.
-Ahora lo que hay que buscar es una solución.
[golpes en la puerta] -Adelante.
-Buenos días.
-¿Cómo está yendo la jornada?
-Hasta ahora todos los pedidos son de la colección del señor De la Riva.
Enhorabuena.
-¿Y Phillipe Ray?
-No nos precipitemos.
Las cosas todavía pueden cambiar.
-¿Cómo está Ana?
-Hoy no ha ido al taller.
De hecho, creo que no ha salido de su habitación en toda la mañana.
Y la verdad es que no me ha parecido oportuno llamarla al orden.
-Un momento.
Por favor.
-¿Cómo está?
-No quiere comer.
No quiere salir.
No quiere hablar con nadie.
No creo que sea conveniente.
-No perdemos nada por intentarlo.
[golpes en la puerta] Ana.
[golpes en la puerta] Ana, ¿soy Alberto?
Me han dicho que no ha salido en toda la mañana.
Lo que pasó anoche fue injusto, Ana.
-Sabía que me arriesgaba dando la cara.
-No es tu culpa.
Tu colección ha sido de las mejores que ha pasado por estas galerías.
Y todo el mundo lo vio.
-Entonces decidirán las ventas, ¿no?
¿Tan mal van?
-No van muy bien, la verdad.
Pero todavía es pronto para hacer una valoración.
Conmigo no tienes que hacerte la dura, Ana.
-Alberto, si no te importa, prefiero estar sola.
-Tómate el tiempo que necesites para volver a trabajar.
[timbre de teléfono] -¡Clara, no oyes el teléfono!
[timbre de teléfono] Galerías Velvet, dígame.
No, el señor Márquez no está.
No, no va a hablar del desfile.
No vuelvan a llamar, ¿de acuerdo?
-¿Más periodistas?
-Sí.
-¿Cuántos van ya?
-Si te digo la verdad, no lo sé.
El teléfono no ha dejado de sonar en toda la mañana preguntando por ti y por Ana.
-He tenido suficiente con el desfile de ayer.
¿Qué más quieren?
-¿Qué van a querer?
Vender periódicos.
-Próximo que llame, me lo pasas.
-No, eso sí que no.
Esta gente es especialista en cambiar cualquier cosa que digas o hagas, no.
-No me voy a quedar de brazos cruzados.
Entérate de dónde está Cristina.
-Tranquilízate.
-No ha parado de intrigar en nuestra contra.
Ha sido demasiado benevolente con ella.
-Está esperando un hijo tuyo.
¿Qué podías hacer?
-Hasta que dé a luz nada.
-Eh, eh, eh, eh, eh, eh.
¿Qué estás pensando?
-Es mi hijo, Mateo.
Es lo único que me queda.
No quiero que se críe con una mujer así.
-Es su madre.
-Es una mujer llena de odio, Mateo.
Ha cruzado todos los límites y va a pagar por ello.
-¿Qué vamos a comprarnos?
¿Un Raúl de la Riva o un Pathetic Ray?
La venganza es un plato que se sirve frío.
Cristina, saboréalo.
-Eso hago.
Desde que Alberto consiguió la nulidad, el único consuelo que me queda es hacerle sufrir.
-Ya no es hora de pensar en eso.
Ahora que me voy a ir, tienes que organizarte con el bebé... -Bárbara, ¿de verdad tienes que marcharte ahora?
-Mi madre cumple 60 años.
60 años no se cumplen todos los días y, además, mi padre le va a hacer una fiesta sorpresa y ya sabes lo que me gustan estos saraos.
-Sí, pero ¿no es un poco pronto?
La colección está a medio hacer.
-Cristina, puedes encargarte tú sola de esto sin problemas.
Prometo que intentaré estar de vuelta para la presentación.
-Además del jarrón, la foto de Lurditas y el pisapapeles.
-Pero no sé para qué quieres un pisapapeles en San Sebastián.
-Para nada, pero es que es tan bonito.
-Además, ya sé que la guarra de Patricia va a trabajar con vosotros y no quiero que toquen nada de mis cosas.
Y eso incluye a mi marido.
-¿Tú no vas a ir a la cena, Enrique?
-No.
-Mira que es el cumpleaños de tu suegra.
-Sí, me encantaría poder estar allí con Bárbara, pero me voy a quedar a tu lado.
Sé que las cosas con Alberto no van todo lo bien que desearías, así que seré de mayor utilidad aquí.
-Ya, ¿y no será que te quieres quedar solo para hacer de las tuyas, pichín?
Además, Cristina tiene a Raúl.
-Ya sabes que no, si te voy a echar muchísimo de menos.
-Eso espero, porque las terceras oportunidades no existen.
-Confía en mí.
-Cristina, ¿seguro que vas a estar bien?
-Sí, sí, no te preocupes.
-Te llamo en cuanto llegue, ¿de acuerdo?
Y me cuentas cómo va todo.
Venga, pichín, vamos.
Ay, qué poco me gustan las despedidas.
Cuídate.
-Venga, que vamos a llegar tarde.
-Sí, sí.
-Buen viaje.
Qué susto, Alberto.
¿Quieres que te pida algo de beber?
-No quiero tomar nada.
-Pues por la cara que tienes parece que necesitas una tila.
-Estarás orgullosa.
No te bastaba con vernos separados.
También querías arruinar la colección.
-No, no, no, no te equivoques.
Yo no he destrozado nada.
La colección la ha destrozado Ana solita, exhibiéndose en público después.
-Sé perfectamente que eres tú la responsable de esa publicación.
Has contado lo que has querido, quedando tú como la víctima y ella como la responsable de tu infelicidad.
Por eso la han destrozado la colección.
-¿Qué culpa tengo yo de lo que piense la gente, Alberto?
¿Y si lo que piensan es que tu relación extramatrimonial con esa cualquiera es vergonzosa?
-Mi relación con Ana es lo más bonito que me ha pasado en la vida.
Y es por ella y por el hijo que estoy esperando, por lo que todavía sigo aquí.
-No sé cómo te atreves a poner al mismo nivel a esa cualquiera y a este niño.
Este niño es sangre de tu sangre, Alberto.
-Pensaba que eras buena persona, Cristina, pero está claro que me equivocaba.
Me das asco.
-Yo soy así por ti, Alberto, que te quede claro.
Desde que estamos juntos no has hecho otra cosa que destrozarme la vida.
Me has mentido, me has humillado, me has engañado con dos mujeres.
Eres un ser despreciable y me lo vas a pagar.
-Has perdido el norte, Cristina.
Sinceramente no creo que estés preparada para ser madre.
-¿Cómo te atreves?
¡Eres un miserable!
¡Un desgraciado, un cabrón, hijo de puta!
¡Me has arruinado la vida!
¡Te odio, te odio!
¡Te mato!
[gritos] -¿Estás bien?
-No, no, no, no, por favor.
-¿Qué pasa?
-Estoy sangrando, Alberto.
No, mi niño.
-Hay que ir al hospital, vamos.
[♪ música suave] -¿Don Alberto Márquez?
-¿Sí?
¿Qué ha pasado, doctor?
¿Cómo está?
-Su mujer ha perdido mucha sangre debido a que la placenta no está bien situada.
Ahora mismo cubre la parte baja de la matriz y necesitamos que suba.
Si no es así, su hijo corre peligro.
-No, no, por favor.
No, no, no.
-No, no, por favor.
-Vamos, tranquilícese.
-No, no, no, no, no.
Tiene que hacer algo, doctor.
Sáquelo, póngalo en una incubadora.
Sé que solo son seis meses, pero tiene que poder hacer algo.
-Seis meses, señor Márquez.
Su mujer está de tres meses.
-Eso es imposible, doctor.
Mi mujer está de seis meses.
-No hay ninguna duda de ello.
Dadas las circunstancias, lo único que podemos hacer es esperar.
Puede que con reposo la placenta se reubique y suba.
[♪ Bob Saker: "How Little We Learn Of Love"] [grito] -Ana, espera, por favor.
Ana, espera.
¡Ana, escúchame!
-He escuchado a los clientes y ellos siempre tienen la razón.
Es lo que usted me dijo toda la vida.
Pero ahora no... ahora es diferente.
-No es diferente.
¿Por qué?
¿Porque soy su sobrina y me quiere?
Aposté todo a Phillipe Ray y perdí.
Esa es la única verdad.
-Ana, espera.
Ana.
Ana.
[timbre de teléfono] -Coge.
[timbre de teléfono] ¿Sí?
-¡Ay, por fin!
¿Qué tal, hijo?
¿Cómo estás?
Bien, bien.
Bueno, un poco liado, pero ¿usted?
-Pues podía estar mejor, ¿para qué te voy a mentir?
Pero menudo drama tenemos aquí.
-¿Drama?
-Sí, hijo, drama, sí.
Bueno, mejor dicho, dramón.
Mira, te cuento.
-Disculpe, yo no estoy para dramas, señorita.
Esto no es el consultorio de Elena Francis.
Esto es Galerías Velvet.
-Y yo tu suegra.
Espabilado, que no te enteras de nada.
-Doña Consuelo.
-Sí, la misma que viste y caza.
¿O es que tienes más suegras por ahí?
-¿De qué?
De... Ah, de suegra, no, cómo voy a tener de una.
No, no, es que me he liado un poco.
¿Usted está bien?
-Yo sí.
Aunque muy afectada.
Eso también.
Es que la vida es un suspiro.
El tío Etelvino.
Pedro, sí, el tío Etelvino que se fue.
-¿Que se fue?
-Sí, se fue.
-Se fue.
Sí, es que cuando se van, pero cuando se van, luego vuelven.
Así que no se preocupe.
-Se fue al otro mundo.
Que tenía 25 años, por Dios.
Mira, ¿me quieres poner con una de mis hijas?
Por favor.
-¿Que se ha muerto el tío Telvi?
La madre que me... Bueno, no se preocupe.
Yo voy a avisar ahora mismo a Rita y a Clara, ¿vale?
Usted no se vaya de ahí.
Bueno, no se va a poder ir porque, claro, si encima se ha muerto, pues... Bueno, que no cuelgue.
Venga, hasta ahora.
-¿Pedro?
¡Pe...!
-He colgado, la madre que me parió.
-La colonia huele como... -¡Clara, Rita!
Os tengo que contar el drama de Porrillos.
Dios mío, de mi vida y de mi corazón.
He estado hablando con vuestra madre.
Yo me he puesto supernervioso, he dicho: "No te vayas, no te vayas, no te vayas", y he colgado.
-Pero ¿qué pasa?
¿Qué drama?
-Vuestro tío Etelvino, Telvi, el marido de María Eugenia, porque, bueno, ¿sabéis quién te digo?
El que tenía el pelo largo, el que tenía la granja... Es que se ha ido.
-Pero ¿adónde se va a ir?
Si es muy mayor.
-Que no, mujer, Rita, Que no, que se ha ido... Que quede claro, que cuando te den una noticia así, dices que se, se, se, que se ha muerto.
-Acabáramos.
-Oye, pero este no era el tío abuelo que estaba forrado y que toda la familia quería que se muriera para... -Venga, que madre nos está esperando.
-De verdad, lo siento muchísimo, es que yo no quería colgar a vuestra madre, lo que pasa es que... -Anda, que colgar a mi madre.
Pues te ha puesto otra cruz, que lo sepas.
-¿En serio?
Rita, dile que mi madre va a ir a darle el pésame y que le vaya a llenar la casa de matanza.
-Tú deja a tu madre en la casa con sus cerdos, ¿eh?
No lo coge.
-¿Sí?
-¡Madre!
Que soy Rita.
-Doña Consuelo, lo siento muchísimo.
-¿Qué ha pasado con el tío?
Que Pedro nos ha dicho que... -Muerto, Rita, muerto como los cerdos en San Martín.
Y menudo disgusto tenemos aquí.
-Bueno, madre, si a usted tampoco le caía muy bien, ¿no?
Y, además, era un hombre muy mayor.
-No, no, si el disgusto es por la herencia.
Porque tu tío Etelvino tenía más tierras que tu tío Venancio y no ha dejado nada escrito.
Y resulta que tu prima Rosita ya se ha metido a organizar y me han contado que ya lleva puestos los pendientes de oro.
-¿Los pendientes?
-Sí, lo que oyes.
Los pendientes de oro blanco y perlas.
-Pero ¿y desde cuándo ha llevado pendientes el tío Etelvino?
¿Cómo?
-¡Madre!
Que soy Clara.
-Lo siento mucho.
-Gracias a Dios, Clarita, hija.
Prepara el macuto y veniros corriendo para acá porque nos quedamos sin nada.
Tus primos ya se están repartiendo las tierras.
-Ay, madre, que está hablando de un muerto.
-Pues por eso.
Él ya para qué las quiere.
Además, ¿qué creéis que van a pensar de vosotras en el pueblo si no os presentáis en el funeral de vuestro tío Etelvino?
¿Eh?
-Tranquilícese, que es que tenemos mucho lío y no sé si vamos a poder ir.
-Lío es el que vais a tener conmigo como no cojáis el autobús mañana mismo.
-Pero... ¿Madre?
Ha colgado.
Por tu culpa.
Pero que no, que yo no puedo ir, que es imposible.
Y encima con la colección presentada, que no.
Veas el papeleo que tengo.
-¿Y quién te crees que está cosiendo esos vestidos?
¿Mateo?
-Bueno, ¿y quién fue el último funeral en Porrillos?
-Bueno, pues no vamos y se acabó.
-Pero ¿cómo no vamos a ir?
Tú has oído a madre, que ese señor tenía muchas tierras, -¿Para qué quiero yo una tierra en Porrillos, Clara?
-Bueno, pues para tus hijos, yo qué sé.
Mira, las dos no vamos a ir.
Si quieres, lo echamos a suertes.
-Venga, los chinos, pero empieza a contar por mí, ¿eh?
-Va. Una, dos y tres.
-Un, dos, tres, cuatro.
-Y cinco.
Buen viaje, hermanita.
Da recuerdos a las gallinas y consígueme una finca que sea soleadita, ¿eh?
Aunque bueno, ya sabéis que a mí siempre me ganan por buena, así que cogeré lo que me dejen.
Y la Rosita es muy de armas tomar, que no había día que no me robara el bocata de la merienda, así que, bueno, haré lo que pueda, porque... -Nada, ya veo que voy a tener que ocuparme yo de todo como siempre, ¿no?
Pues nada, ya me encargaré yo de la herencia, de las tierras y el funeral del tío Etelvino, que tú eres capaz de venir peor que te fuiste.
-Muchas gracias, Clarita, lo vas a hacer de maravilla.
-Madre, ¿cuánto hace que no las visitaba?
-Mucho.
Mis gustos siempre han sido más clásicos, aunque creo que las recordaba más grandes.
¿Habéis hecho reforma?
-Siguen igual que siempre.
-No, lo que pasa es que las está viendo llenas de gente, ¿verdad, cariño?
-Sí, parece que la colección se está vendiendo estupendamente.
-Bueno, al menos la de Raúl de la Riva, porque esa mujer hizo un ridículo espantoso anoche.
-¿A quién se le ocurrió?
Una vergüenza.
Últimamente los Márquez sois sinónimo de escándalo.
-Bueno, doña Carmen, yo no tengo la culpa de los problemas amorosos de mi hermano.
-No, no, madre no quería decir eso, ¿verdad que no?
-Claro que no.
-No.
-Pero airearlos de esa forma tan vulgar no es bueno para nosotros.
-Sí, tampoco.
-De haber sabido lo que iba a pasar, ninguno de los dos hubiera asistido.
-Por supuesto que no.
El apellido Alcocer está por encima de todas las cosas.
-Yo sigo siendo una Márquez.
-Bueno, por poco tiempo, cariño, por poco tiempo.
-Raúl.
Me gustaría presentarte a doña Carmen, mi futura suegra.
-Ah, un placer saludarla.
-Enhorabuena por el éxito, esto está de bote en bote.
-Muchísimas gracias, pero si me permiten, estaba con una clienta.
-Ya, Raúl, pero es que yo quería comentarte que hemos adelantado los preparativos de la boda y me gustaría que tú confeccionases mi traje de novia.
-¿Perdón?
-Patricia, para mí también sería un honor, pero es que no tengo tiempo, estoy desbordado.
-Pero es que no tendrías que empezar de cero.
Quiero basarlo en uno de tus diseños.
-¿Te refieres a uno de estos modelos?
Pensé que usarías el diseño que mandé confeccionar a las Clarisas.
-Sí, doña Carmen, sé que no son exactamente de nuestro estilo, pero creo que le vendría bien en la colección.
-¿De verdad crees que es necesario tanto sacrificio?
El señor De la Riva nos acaba de confesar que están desbordados.
-Pues sí, estoy desbordado, la verdad.
-Pero todo sea por el bien de la colección.
Además, seguro que al novio le encantará verla con un vestido mío.
-Yo, encantado.
Pero si veo a Patricia con uno de esos vestidos puestos, yo... Quiero decir, todo sea por el bien de la colección, ¿correcto?
-Bueno, pues cuanto antes empecemos, antes terminamos.
¿Hacemos ya la primera prueba?
-Uy, pues en ese caso, el que sobra en esta ecuación creo que es el novio.
No queremos gafar la boda, ¿verdad?
Eh, os recojo en un rato, ¿de acuerdo?
-Nos vemos en el probador, voy a buscar a alguien que me ayude.
La señorita Lucía nos echará una mano.
-Que me atienda Lucía siempre es un placer.
¿Tú de qué te ríes?
-Me gusta tu nuevo estilo.
Ni las monjitas de mi internado parecían tan castas.
Pero que sepas que la mona, aunque se vista de seda... -¿Qué estáis cuchicheando?
Patricia, no me digas que intimas con las cortadoras.
-Soy prima de Patricia, Lucía Márquez.
-¿Tu prima hermana trabajando en las galerías?
¿Hay algún secreto más de los Márquez que deba conocer antes de que te cases con mi hijo?
-No, no lo hay.
Y no se preocupe porque Lucía no está invitada.
-Gracias a Dios.
-Señoritas, vamos a medir.
Señora.
Apunta a Lucía.
90.
61.
-60.
-¿Has elegido ya el modelo que quieres?
-Sí, el Vivalto.
-No, este tiene toda la espalda al descubierto.
-Sí, pero es que ese escote me favorece.
-He dicho que no.
Voy a entregar a mi hijo a una mujer como Dios manda, no a una cualquiera.
No se ofenda, señor De la Riva.
-No lo hago.
-Elige otro.
Uno que cubra la espalda, los hombros y el pecho a poder ser.
Doña Carmen, ¿no cree que debería ser la novia quien eligiera su propio vestido?
-Se trata de eliminar el escándalo, no de crear otro.
Necesitamos un vestido más discreto.
Y teniendo en cuenta los gustos de Patricia, estoy segura de que no le importará cambiar.
¿Verdad?
El Denise.
El Denise también está bien.
-Muy bien.
-Voy al aseo.
-Tenga un buen día.
¿Problemas?
Le visto salir como una fiera y pensé que igual querría desahogarse.
-Pues no.
Lo que pasa fuera de la habitación no es asunto tuyo.
-Quizá lo que pase dentro tampoco.
-Eso no te lo crees ni tú.
¡Eh!
¿Se puede saber qué hace ahí parado?
¿Va a comprar algo?
-¿Cómo?
-Ya me ha oído.
-¿Pasa algo?
-Este que es un vago.
-Perdone, señorita Patricia.
No volverá a ocurrir.
-Eso espero.
-Eh, Patricia, pero ¿qué haces aquí fuera?
¿Dónde está mi madre?
-En las galerías.
He salido a ver si te veía.
-Ah.
Yo también estoy deseando que nos quedemos a solas.
Y... Y, bueno, no sé qué va a ser de nosotros en la noche de bodas, la verdad.
-Bueno, pues tenemos que calmarnos.
Porque todavía quedan muchas cosas por hacer.
-Sí.
-¿Vamos a por tu madre?
-Eh, claro.
-Bajamos un poquito.
[timbre de teléfono] ¿Sí?
-Inés.
Soy Emilio.
Emilio López.
-¡Emilio, qué sorpresa!
¿Cómo le fue a su sobrina el desfile?
-Pues no muy bien, la verdad.
Por eso la llamaba, para decirle que no iré a las clases en unos días.
-Vaya, ya lo siento.
Bueno, pero entiendo que en este momento las clases son lo de menos.
Cuénteme, ¿cómo está su sobrina?
-Se había volcado en el desfile y la respuesta no ha sido buena.
Está hundida, ella está hundida y yo... yo no sé qué hacer.
-Seguro que encuentra el modo de ayudarla, dándole paz.
Pero si lo ha conseguido hasta conmigo.
-Gracias.
-Tómese el tiempo que necesite y llámeme para cualquier cosa.
Estaré encantada de poder ayudarle.
-Gracias de nuevo.
Espero volver, no sé, tres, cuatro, cinco días, no sé.
-Hasta pronto.
-Adiós.
-Don Emilio, ya están todos en el taller para la reunión, como me pidió.
-Pues vamos.
-Don Emilio, sé que no es el mejor momento ahora, pero quería recordarle la conversación que tuvimos... -Pedro, no me he olvidado de mi promesa de ayudarle a ascender.
Pero comprenda que hay cosas más importantes.
-Sí, sí, sí, lo sé, como usted quiera.
-Doña Blanca, por favor.
Como ustedes saben, el desfile de ayer no fue todo lo bien que esperábamos.
Me gustaría poder contar con su ayuda para ver de animar a Ana.
Yo, la verdad, es que ya no, no sé qué hacer.
-Bueno, no se preocupe, don Emilio, si, no sé, si queréis podemos organizarle una fiesta.
-Pero si Ana no tiene el cuerpo para fiestas.
-Hoy ninguno está para fiestas.
-¿Y si todos ponemos un poco de nuestros ahorros?
Igual nos alcanza para comprar un vestido y quizás así se animen las ventas.
-Es una bonita idea, pero si se descubriese la verdad sería más doloroso todavía.
Gracias, de todos modos.
-Don Emilio, no quiero que me malinterprete, pero quizás no sea una buena idea hacer algo.
A lo mejor Ana necesita estar sola y pensar.
-Es que no sé lo que puede llegar a hacer esta criatura si toca fondo, no lo sé.
-Bueno, pues entonces, ¿qué podemos hacer?
-¿Qué pasa aquí?
¿Por qué están reunidos?
-Oh, disculpe, señor De la Riva, es un asunto personal.
No he querido molestarle.
-Ana, quizá.
-La colección sigue intacta y no tenemos ningún dato de venta con el que animarla.
-Pero qué dato ni qué dato.
¿Qué dato?
¿Qué dato?
Ana es una artista, no entiende de datos.
Es como yo, un alma libre, creadora, emocional.
A veces se toca al cielo, otras veces se toca el infierno.
Esto es así, no hay remedio, no hay nada que hacer.
-Pues para esto se podría haber ahorrado el viaje.
-Lo que intento decir es que Ana está viviendo una crisis de identidad, pero es normal.
Hace unos meses yo estaba como ella, o peor.
Lo importante ahora es recordarle quién es.
Pero no con un discurso, sino con algo simbólico.
Algo que le sirva de espejo.
-Pues creo, creo que tengo lo que necesitamos.
Con permiso.
-Bueno, pues si luego nos necesitan ya nos avisan.
-Llame más tarde, gracias.
Que llame más tarde, gracias.
Muy amable.
Hombre, por fin apareces.
Ya estaba pensando en contratar a una nueva secretaria, la prensa no deja de llamar... -Mi tío Etelvino, el del pueblo ha muerto.
-Clara, lo siento mucho.
¿Estás bien?
¿Necesitas algo?
-Bueno, mañana tengo que ir a Porrillos al funeral.
-Claro, tómate del tiempo que necesites.
-Ah, pues me voy ya porque estamos preparando la fiesta sorpresa de Ana.
-Pero no se había muerto tu tío.
-Sí, bueno, pero él era mayor y Ana está en la flor de la vida y hay que animarla.
-No me lo puedo creer.
-Ay, Mateo, pero no te enfades que te lo estoy diciendo muy en serio.
Es que Ana está fatal.
-La verdad que Alberto también está fatal.
No se me ocurre nada con lo que poder ayudarle.
Bueno, o sí.
Avísame antes de que te vayas, ¿vale?
-¿Sí?
-Michelle, soy yo, Mateo.
-Mateo, me preguntaba cuánto tiempo tardarías en llamar.
Menos de lo que esperaba, la verdad.
-No te equivoques.
Te llamo por algo estrictamente laboral.
-Ay, por supuesto.
Tú dirás.
¿Estarías dispuesta a publicar la verdad sobre Phillipe Ray sin cotilleos, sin amarillismos?
La historia contada de primera mano.
¿Qué me dices?
-Que quiero saber más para saber si me interesa.
-Te invito a una copa y te lo cuento todo.
¿Conoces el Pausa?
Al lado de las galerías.
-Claro.
Te veo allí esta noche, a las diez.
-Hasta esta noche.
-Señor Márquez, parece que la placenta ha subido un par de centímetros y el sangrado ha cesado.
La madre se encuentra consciente, el niño no está sufriendo.
Ahora lo que necesitan es mucho reposo.
-Gracias, doctor.
-Si quiere puede pasar a verla.
[♪ música suave] -Alberto.
Los médicos me han dicho que el bebé y yo estamos bien.
Y que dentro de poco nos podremos ir a casa.
Qué susto, ¿eh?
Perdóname, Alberto, por lo de antes.
-Es que ese bebé no es mío.
-Por supuesto que es tuyo.
¿Qué dices?
-Deja de mentir ya.
-Yo no sé de dónde has sacado esa tontería, Alberto, pero... -Los médicos dicen que llevas tres meses embarazada.
Pero eso es imposible porque yo no te he tocado desde hace mucho más tiempo.
¡Mírame acá!
Me has estado arruinando la vida.
-Alberto, por favor, todo esto lo he hecho solo porque quería... -¡Cállese!
¡Cállese!
-Alberto, por favor, déjame que me explique, por favor.
-No te quiero volver a ver.
-¡Ojalá no te hubiera conocido nunca!
-Ojalá no te hubiera conocido yo a ti.
-No mires tanto el reloj que solo llego diez minutos tarde.
-Michelle, estás... -Guapísima, lo sé.
-Llevo suficiente tiempo delante del espejo como para no saberlo.
Pero me alegro de que tú también te hayas dado cuenta.
-Te dije que eso era algo estrictamente laboral.
-Y yo te digo que la noche es muy larga.
-Esto no es una excusa para volver a verte.
Es algo serio.
-Podrías haber llamado a cualquiera.
A toda la prensa le interesaría una noticia así, si es tan buena como dices.
¿Por qué a mí?
-Porque tú me debes una.
Y voy a contarte la verdadera historia de Alberto Márquez y Ana Rivera.
-¿O lo que tú llamas la verdadera historia?
La otra ya la tienes.
-Quiero una copa -Tienes que llevarte esto.
Los montesinos peleando por una herencia va a ser una batalla campal.
-Vamos, es que ni con la escopeta de padre tengo para empezar.
-Por no hablar de madre, ¿cómo me voy a poner la cabeza con lo de a ver si te casas, que es todo un pesadito?
-Pues prepárate, porque eso es solo el principio.
A mí cada semana con la misma cantinela.
¿Y para cuándo el primero?
Que ya tengo una edad para ser abuela.
-Oye, una cosa te quería preguntar.
¿Para cuándo el primero?
Que ya tengo una edad para ser tía.
-Pues a ver, no te lo debería decir... -¡Ay, madre mía!
¿Estás embarazada?
-Que no, que no, que no, Clarita, que lo estamos intentando, pero pero que no hay manera, vaya.
Y me estoy empezando a agobiar, que ya sabes cómo me pongo.
-Hija, pero si lleváis muy poco tiempo.
Esto es cuestión de probabilidad, que lo he aprendido yo en el curso.
-¿En el curso?
Pero ¿es que habláis de sexo?
-Pero qué bruta eres, Rita.
No, lo que pasa es que en el curso de contabilidad te enseñan probabilidad.
Cosas de matemáticas, ya sabes.
-No, no sé tú por qué te crees que soy modista.
-Mira, es muy fácil.
Es como la tómbola.
Si tú quieres el premio gordo, pues tendrás que comprar más boletos, ¿no?
Pues con el hijo y el sexo lo mismo.
-Clarita, no cierres todavía la maleta, a ver si te cabe.
-Por favor, dile a mi madre que reviente la maleta de matanza, ¿vale?
-Dile que me ves muy delgaducho y desanimado.
-Sí, hombre, sí.
Y encima me traigo una mula para que lleve todo esto.
-A ver, dejad de hacer tonterías, que nos están esperando en el taller.
¡Hala!
¡Vais!
-Sobre todo en morcillo.
Y tú y yo a jugar a la tómbola esta noche.
-¿La tómb...?
Uf.
¿Tómbola?
-Sí.
-¿Cómo se juega a la tómbola?
-Bueno, tú relájate y disfruta.
[♪ Bob Bradley & Cherie Gears: "Christmas Magic"] [golpes en la puerta] -Raúl.
-Vamos, te necesito.
-¿Ahora?
¿No puedo esperar a la mañana?
-No.
Eres la única que me puede ayudar.
-Raúl, que estoy en camisón.
-Uf, muy provocativo.
¡Quieta!
Quieta, mantén la sonrisa.
¡Ahí, sí!
Así.
La vas a necesitar.
Te queda mucho mejor.
Ponte esto.
-No veo nada.
-Ya.
-Pero ¿y esto?
¿Qué pasa?
-Pasa que no queremos verte así, Ana.
-No me lo puedo creer.
-El primer vestido que diseñaste.
Tenías apenas ocho años.
-Pues es precioso.
-Creí que se había perdido o que lo habíamos tirado.
-¿Qué dices?
¿Tirar una cosa así?
-Aún recuerdo la regañina que le eché.
Lo cosió en una noche.
La descubrí en mi máquina de coser y casi ni llegaba a los pedales.
-Ana.
Aquí tienes la prueba de que la colección de anoche no fue una apuesta errónea.
Esto demuestra que la creación está en ti desde que eras pequeña.
-Anda, que no llevo yo tiempo cosiendo a hurtadillas.
Si tuviera que inventar algo, ahí estaría todavía.
-No puedes renunciar a lo que eres.
-Tienes toda la vida por delante.
Toda la vida para volver a equivocarte, para mejorar, para superarte a ti misma.
Para demostrarle al mundo que puedes hacer con tu vida lo que te dé la gana.
-Gracias.
Muchas gracias a todos.
Lo siento.
-Ana.
Ana.
-Nunca un hombre ha amado tanto a una mujer como Alberto a Ana.
Se casó con Cristina, sí, pero para salvar la vida y el trabajo de mucha gente.
Se sacrificó por amor.
-¿Se sacrificó por amor?
-Sí.
-Cualquiera que te oyera hablar así creería que estás hablando del mismísimo Jesucristo.
-Michelle, estoy hablando en serio.
¿Lo vas a publicar?
-No.
Primero, porque me has contado una versión tan exagerada que haría palidecer a Romeo y Julieta.
Y segundo, porque eres amigo de Alberto, Mateo.
Y mi jefe jamás me aprobaría una versión tan parcial.
Si al menos fuera de mano del protagonista, pero... -O sea, que llevo hablando todo este tiempo para nada.
-No, para nada no.
Mientras hablabas me he dado cuenta de que sigues tan encantador como siempre.
-De eso deberías haberte dado cuenta hace años.
-Todavía me guardas rencor.
Mateo.
Eras demasiado ingenuo.
-¿Ingenuo?
¿Yo?
¿Mateo Ruiz Lagasca?
Perdona, cariño, pero creo que te estás confundiendo con otro.
¿Cómo se llamaba?
-Lo nuestro no hubiese funcionado.
Bueno, pero ahora eres feliz, ¿no?
-Alberto.
¿Te acuerdas de Michelle?
-Eh, bueno, yo...
Se me ha hecho tardísimo, pero seguro que ya nos vemos en otro momento más apropiado.
Ha sido un placer volver a verte.
-¿Qué te pasa?
No sé qué decirte, la verdad.
Lo siento muchísimo, Alberto.
¿Vas a decírselo a Ana?
-He perdido todo, Mateo.
A Ana... Mi hijo.
No me queda nada por lo que seguir aquí.
-No digas eso.
Mira, ahora mismo voy a ir a por una botella y nos vamos a emborrachar.
-Déjame solo, Mateo, por favor.
-Claro.
Claro.
Si necesitas cualquier cosa, estaré en casa.
-¿A qué ha venido?
¿A echarme la bronca por las horas?
¿O a darme una lección sobre la boda?
-No he venido a hablar de la boda.
He venido a olvidarme de ella.
[♪ FitnessGlo: "You Gotta Get On Down"] [llanto] [♪ música triste] -Las telas deberán estar aquí a las 9 a.m. -Encárguese entonces de recibir el pedido.
-Muy bien.
-¿Cómo van sus pedidos?
-Don Emilio se encarga de confirmar con los proveedores, pero parece que está todo resuelto.
-Muy bien.
Ahora solo necesito una modista de verdad.
-¿No le basta con el equipo actual?
Le hemos incorporado a la señorita Lucía.
-Don Emilio, los pedidos superan todas mis expectativas.
Necesito alguien con experiencia, que sepa trabajar bajo presión.
Estoy muy cansado de novatas.
Búsquenme a alguien, por favor.
-No hará falta.
-Ana, ¿qué haces vestida así?
He sido modista toda mi vida, tengo experiencia en las galerías, y no me importa trabajar bajo presión.
No sé a qué viene tanta sorpresa.
-Esto es de locos.
Acompáñame, señorita modista, que quiero hablar con usted.
¿Se puede saber qué estás haciendo?
¡Quítate esa bata ahora mismo!
¡Ana!
Pero no te entiendo, Ana.
No te entiendo.
¿Qué haces?
-Intentar ser útil.
En el taller, sentada en una máquina de coser.
Pero ¿de verdad vas a tirar a la basura todo el esfuerzo que has hecho hasta ahora?
Ana, si yo me hubiera rendido la primera vez que España me dio la espalda, no estaría aquí hablando contigo.
Porque este país es así de ingrato con sus artistas.
Pero tú eres muy joven para tirar la toalla.
Has logrado muchas... -No he logrado nada, Raúl.
¿Qué he logrado?
¿Ser la comidilla de toda la ciudad?
¿Hacer perder tiempo y dinero a mucha gente?
No me mires así.
Volvemos al trabajo, cada uno al suyo.
-¿Ha vuelto a coser?
-Con bata y todo.
Intentamos animarla, pero no hubo manera.
-Bueno, así que nos salió bien la cosa a los dos.
Nada, quedé con una amiga mía periodista.
Quería contarle la verdadera historia de... -Una periodista amiga tuya.
-Sí, una periodista amiga mía.
Clara, por favor, no empieces a montarte películas.
¿Y tú por qué vas tan guapa a Porrillos?
Anda, venga.
Sube, que el conductor está esperando.
Vas a perder el bus.
Avísame cuando llegues.
[♪ música suave] -¿Cómo estás?
-Bien.
-Alberto, Ana ha vuelto a trabajar de modista en el taller.
-¿Qué?
-Clara me lo acaba de contar.
-Necesito hablar a solas con ella, Mateo.
-Dime que es el típico arrebato de jefa controladora que lo quiere hacer todo.
-Esto es lo que voy a hacer a partir de ahora, Rita.
Coser.
¿Me traes una bobina de hilo rojo, por favor?
-No te voy a seguir el cuento, Ana.
Tú eres diseñadora.
-Era diseñadora.
Y créeme que es lo mejor para todos.
Si no me la traes tú, yo voy a por ella.
-¿Podemos hablar?
¿Podemos hablar a solas, por favor?
¿Qué haces trabajando de modista?
Tú eres la diseñadora de estas galerías.
-He sido demasiado ambiciosa, eso es todo.
-Nadie es demasiado ambicioso si tiene el talento necesario.
Y tú tienes talento de sobra.
-He fracasado.
-Eso no es verdad.
Hemos sacrificado demasiadas cosas como para que ahora abandones tu sueño desde niña.
-Tú lo has dicho, Alberto.
Sueños.
No sé en qué estaba pensando cuando creé a Phillipe Ray.
-Phillipe Ray es lo único que nos queda.
Perdona.
Quiero decir que Phillipe Ray tiene más vida ahora después del desfile.
Y quizás sea fuera de España.
-¿Te acuerdas cuando jugábamos a que eras mi representante en Italia?
-Quizás tenga que dejar de ser un juego.
Hablamos luego.
[hablando italiano] Alberto Márquez.
¡Alberto!
[hablando italiano] -Yo muy bien.
¿Y tú?
¿Cómo estáis?
¿Cómo va la vida?
-Muy bien.
Como usted sabrá, acabamos de presentar nuestra nueva colección, Día y Noche.
-Por supuesto.
Raúl de la Riva no falla nunca, pero el diamante en bruto este año en Velvet es Phillipe Ray.
O, mejor dicho, Ana Rivera.
Así dicen los periódicos.
-Señor Cafiero, la prensa en España se ha dejado llevar.
-A mí no me importa lo que dice la prensa sobre la vida privada de este o aquel.
Mi instinto me dice que esa mujer va a ser grande.
Y no quiero perderle una pista.
-En eso estamos de acuerdo.
Y ese es el motivo de mi llamada.
Me gustaría proponerle algo, señor Cafiero.
-Nunca paras, ¿eh?
[hablando italiano] -¿Qué le parecería distribuir la colección de Phillipe Ray en el mercado internacional?
-¿Quieres que se venda la nueva colección en todas mis tiendas?
-Creo firmemente que la colección de Phillipe Ray tiene mucho potencial fuera de España.
-No es la clase de negocio que tengo en mente.
Quiero ir más allá.
-¿A qué se refiere?
-No me interesa distribuir únicamente esta colección, sino todas de aquí en adelante.
Quiero comprar las Galerías Velvet.
-Perdón, señor Cafiero.
-Así me aseguraría que Ana se convierta en una estrella mundial.
Esa es mi propuesta.
Desde que apostaste Velvet en el casino y perdí, no pienso otra cosa.
Me pusiste, ¿cómo se dice?
La miel en los labios.
Y ahora que he visto el potencial de tus tiendas, estoy convencido.
Esta es mi nueva apuesta.
¿Qué me dices?
-Necesito pensarlo.
-Claro.
Te doy tres días.
-¿Y tres días?
¿Por qué tiene tanta prisa, señor Cafiero?
-Porque más adelante, a lo mejor, tus galerías no me sirven de nada.
La clave del éxito está en saber cuándo mover tus fichas.
No antes, no después.
Y este es el momento exacto.
[hablando italiano] -Sí.
Sí, entiendo.
-Entonces, la decisión está en tus manos.
-Que sean tres días, entonces.
-Te llamaré para cerrar los detalles.
Nos vemos dentro de tres días.
-Chao.
-Chao.
[♪ música nostálgica] -¿Félix?
Soy Alberto, el hijo de Rafael Márquez.
Me gustaría hablar con usted.
-Siempre criticaste los métodos de tu padre.
-Uno cambia.
La vida le cambia.
-En cualquier caso, siempre es un placer que un Márquez confíe en uno para sus asuntos.
¿De qué se trata?
-Mi hermana Patricia tiene el 20% de las acciones de esta empresa.
Las necesito para hacerme con la mayoría.
Quiero tener algo con lo que poder chantajearla.
-Veo que los problemas entre hermanos también se heredan, ¿no?
-¿Cuento con usted o no?
-Hábleme de Patricia.
-Patricia.
Patricia se pasa aquí todo el día, ya sea preparando la colección de joyas o su matrimonio.
Se ha prometido con Valentina Alcocer, solo por dinero.
Cualquier cosa me vendría bien para poder presionarla y poner en peligro esa boda.
Solo dispongo de dos días.
¿Cree que podrá hacerlo?
-Le mantendré informado.
-Vengo del hospital, que es donde deberías estar tú.
¿Se puede saber qué haces aquí y no al lado de tu mujer?
-Tu hermana ya no es mi mujer.
-Por favor.
Está destrozada, Alberto.
Se ha pasado toda la noche llorando.
Esta mañana, cuando he llegado, ni siquiera la he reconocido.
-Tengo la nulidad matrimonial desde hace días.
Y no sé si lo sabes, pero el hijo que está esperando tu hermana no es mío.
-Tú no tienes vergüenza.
[♪ Arch Bacon: "Swingshift"] -¡Eh, eh, eh!
¡Quieto, quieto, quieto!
¡Para, para!
¿Qué es lo que ha pasado ahí?
-Necesito que me hagas un favor.
Ayer por la noche estuviste con Michelle en el pausa.
-Sí.
-Llámala.
Quiero hablar con ella.
-¡Venga, chicas!
¡Quiero ver esas máquinas echando humo!
¡Vamos, vamos, vamos!
-Señor De la Riva, la lista de nuevos pedidos.
-Gracias, Lucía.
Me va a dar algo.
Déjamela en mi mesa.
Luego lo miro.
Luego lo miro.
-Señor De la Riva, la señora Ridruejo está arriba y quiere que la atienda usted personalmente.
-El que necesita atención aquí soy yo.
No puedo más.
Que vaya cualquiera de las chicas, me da igual.
-Yo ya he terminado lo mío.
-De ninguna manera.
-Siempre puedo aplazar la visita y citarla a otra hora.
Se ha presentado sin avisar.
-No.
Bastantes clientes estamos perdiendo ya.
-He dicho que de ninguna manera.
-Raúl, es mi decisión, no la tuya.
Les agradezco mucho que se preocupen por mí.
Pero lo último que necesito ahora es tanta compasión.
-Que no es compasión, que es sentido común.
Tú sabes lo que puede decir la gente si te ve subir con esta bata.
-No puedo seguir escondiéndome siempre.
Tengo que hacer mi trabajo y hacerlo lo mejor posible.
Eso es lo que tú me has dicho siempre.
-En ese caso voy contigo.
Vamos.
-Raúl, necesito hablar contigo.
Es importante.
-Eh, ¿te importa?
-No, no.
-Solo un minuto.
Mira, no tengo tiempo para perderlo contigo, así que te pido, por favor... -Es Cristina.
Está en el hospital.
Ha tenido un amago de aborto.
Afortunadamente, solo ha sido un susto.
Están los dos fuera de peligro.
-Eh, supongo que podréis recurrir a otras personas para ir a hacer las visitas porque yo estoy desbordado de trabajo.
-Como comprenderás, para mí no es fácil recurrir a ti.
Pero si lo hago es porque te necesita.
Está en estado de shock.
Necesita tu ayuda.
-Lo siento mucho.
Tengo mucho trabajo.
-¿Estás bien?
-Sí.
Vamos.
-Me encanta este.
¿Qué te parece?
-Rosas rojas.
-Eh, bueno, no está mal.
¿Podríamos ver alguno más?
-Valentín, los hemos visto todos.
Llevas toda la tarde sin decidir nada.
¿Se puede saber qué te pasa?
-Está bien.
A ver, yo no quería tomar ninguna decisión hasta que llegue mi madre.
-¿Tu madre?
-Sí.
-¿Va a venir tu madre?
-Sí.
Sí, cariño, a ver.
Yo ya sé que últimamente quieres que estemos más tiempo a solas.
Yo también.
-Ya, mi amor.
Pero ¿sabes qué pasa?
A ver, yo aprecio mucho a tu madre, ¿eh?
Pero últimamente siento que se mete un poquito donde no la llaman.
-Pero es que eso es porque la hace tanta ilusión.
Ella te adora y yo soy su único hijo.
Ella lleva soñando en este momento toda su vida.
-¿Más que una novia?
Lo siento.
Estoy un poquito nerviosa.
Pero es que, eh, a veces siento que no me quieres lo suficiente.
-No.
No, por supuesto que te quiero, cariño.
Sí, yo haría lo que fuera por ti.
Estoy deseando casarme contigo y poder tenerte al fin.
-Ya, pero es que para eso, primero hay que decidir esto.
¿Rosas rojas?
-Eh, rojas, claro.
Sí.
-La misa se alargó.
No he podido llegar antes.
¿Todo bien?
-Bien, bien.
Todo muy bien, madre.
Sí, sí.
Estábamos decidiendo los centros de mesa y hemos pensado que... Hemos pensado un centro con rosas rojas.
-Sí, es perfecto.
Ni demasiado altas, ni demasiado anchos.
-Sí.
-El blanco simboliza la virginidad, la castidad, la pureza.
Y eso es lo que tiene que primar en una boda.
-Ya, pero es que a mí me gustan las rosas rojas y me gustaría que estuviesen en mi boda.
-Serán rosas, pero blancas.
¿O acaso vas a pagar la boda tú?
-Bueno, no nos alteremos, ¿eh?
Por favor, son solo flores.
-Claro que sí, hijo.
Este noviazgo ha sido tan fugaz que a veces pienso que ni mi hijo ni yo te conocemos lo suficiente.
-Quiero a su hijo.
¿Qué más quiere saber?
-Madre.
-Bueno.
-Entonces, rosas blancas.
-Ahí está el taxi que yo os he pedido.
-Ah, pero ¿no vienes a comer con nosotros?
-No, será mejor que me quede organizando lo que hemos hablado.
-Muy bien.
-Te aviso cuando salga.
-Madre.
-Adiós, Patricia.
-Adiós, doña Carmen.
-Bueno.
[motor acelerando] [♪ Stéphane Huguenin: "Selfish Love"] -Señorita Patricia.
¿Qué le pasa?
¿Por qué está así?
-Porque estoy harta.
No le soporto ni a él ni a su madre.
[suspiro] Estoy harta de tener que fingir.
Es que nadie me va a querer nunca por lo que soy.
-Es usted la mujer más increíble que he conocido nunca.
-Eso... -Esa es la verdad.
[♪ B. Roues, G. Solomon: "Walk Like Thunder 1"] -Gracias.
-Gracias por venir tan pronto, Michelle.
-He tenido que cancelar un par de entrevistas de mi agenda, pero por un amigo Lo que sea, ¿no, Mateo?
Alberto, tienes mejor aspecto que noche.
-¿Puedes pasar a mi despacho, por favor?
Mateo, me gustaría hablar a solas con ella.
-Por supuesto.
[♪ Molly Pasutti: "Dixie Swing"] [timbre de teléfono] Galerías Velvet.
Buenas noches, dígame.
-Soy Enzo Cafiero.
No sabía si iba a localizarle a estas horas.
¿Puedo hablar con Alberto, por favor?
Señor Cafiero, soy Mateo.
Mateo Ruiz Lagasca.
-Mateo, ¿cómo estás?
¿Tan mal están las cosas que estás trabajando de secretario ahora?
-No, la secretaria está de viaje.
Mire, Alberto ahora mismo está reunido, pero si quiere, no sé, a lo mejor puedo ayudarle.
-No, no, no.
Solo quería avisarle que llegaré la noche anterior a nuestra reunión.
Y quizás podamos disfrutar de la revancha en la mesa de póker.
-¿Aquí en Madrid?
-Claro.
Ya tengo los billetes.
Mis abogados lo están preparando todo.
-Perfecto, señor Cafiero.
Yo le digo a Alberto lo de la revancha.
De todas formas, no sé si querrá volver a atentar a la suerte.
-Hacéis bien.
[hablando italiano] Chao, Mateo.
-Chao, señor Cafiero.
-Chao.
-No quiero esperar a la próxima edición de la revista.
Voy a hablar con mis contactos en la clínica para que lo publique mañana.
-Muy bien.
-Me espera una noche en vela, pero una bomba de este calibre merece la pena.
Mateo.
Esta noche no voy a poder aceptarte una copa.
Una pena.
-Una pena.
-Nos vemos pronto.
-Gracias.
-Alberto.
Acaba de llamar el señor Cafiero para proponer una revancha al póker y decir que llega un día antes.
¿Qué está pasando aquí?
Cuando lo tenga todo atado te lo cuento.
Confía en mí.
-¿Vosotras qué hacéis aquí todavía?
-Ay, hija, porque Raúl necesita este vestido terminado para mañana.
Pero vamos, que ya te digo yo que esto no hay quien lo acabe.
-Pues venga, que seis manos van más rápidas que cuatro.
-Ana, a mí me encanta que estés otra vez en el taller y que podamos trabajar juntas.
-Lucía, ¿qué tal?
¿Estás preparada para ser la nueva cortadora?
-La verdad es que no tengo claro si esto es lo que quiero hacer.
-Pero no digas eso, niña.
Con el punto que le tienes cogido el hilo.
-Todos me decís que se me da muy bien, pero esta no es mi vocación.
-Aún no sé cuál es, pero no es esta.
-¿No estás bien aquí?
-Eso es lo raro.
Puede que no esté cumpliendo un sueño cosiendo bajos a mi prima y al resto de niñas ricas, pero... nunca me he sentido tan bien en ningún otro sitio.
Yo no sabía lo que era que se preocuparan por ti.
Ni que contaran contigo como si fueras alguien importante.
Es asombroso veros trabajar y ver cómo os protegéis unos a otros.
Eso es nuevo para mí.
-Yo me crie aquí.
No sé vivir de otra manera.
Cuando mi mundo se tambalea, sé a qué agarrarme.
No conozco otra cosa más que Velvet.
Bueno, no nos pongamos lloronas, que llevamos ya un par de días completitos.
Vamos al lío y vamos a acabar los adornos con las flores.
-¿A ti qué tal te va con Pedro?
Bueno, pues las cosas van bien.
Bien.
Es que estamos intentando ser padres.
-Pero eso es maravilloso, ¿no?
-Una noticia fantástica.
-A ver qué pasa, porque no es fácil, ¿eh?
Que llevamos ya tiempo y nada.
Y yo muy paciente no soy.
Que cuando se me mete algo en la cabeza tiene que ser ahora, en el momento.
-Pobre Pedro.
-Pero ¿qué dices?
Si Pedro está encantado.
Ya me explicó Clara que esto es cosa de probabilidad, así que estamos todo el día fale, que te pego.
Oye, tú tápate los oídos, que aún eres joven.
¿Lo de que los niños no vienen de París ya me lo han contado?
-El caso es que me pregunto pues ¿qué pasaría si no pudo tener hijos, no?
Yo que llevo toda la vida soñando con eso.
-Venga, Rita, no digas eso.
Que vas a ser madre, pero necesitas tomarte tu tiempo.
-Sí.
¡Ay, mi madre!
¿Las flores para remachar el vestido?
Pues esta ha sido Pepita, que la ha liado con el encargo.
-Raúl no se va a matar.
Hay un Phillipe Ray que tiene flores también.
-¿A dónde vas?
No, no, no.
Pero ¿cómo vas a destrozar un vestido para arreglar otro?
-Uno que no se va a vender, para arreglar uno que sí se va a vender.
Toma.
¿Ves?
Que no ha sido para tanto.
Cuidado.
A ver.
¿Aquí?
-Puedes iros, chicas.
Apago yo.
-Bueno.
Hasta mañana.
-Hasta mañana.
-Que descanses.
¿Estás bien?
-Sí, tranquila.
Vete, que tienes otros asuntos que atender.
[♪ música suave] -Una manera un tanto brusca de modificar el modelo.
-Perdone, doña Blanca, ahora mismo lo arreglo.
-Tranquila.
Si usted considera que está mejor así.
Es la diseñadora.
Ana, da igual que te pongas esa bata.
Nunca volverás a ser la misma.
Sé que siempre he sido muy dura contigo.
Mucho más que con el resto.
¿Y sabes por qué?
Porque te sentía como una amenaza.
Eras más joven que yo.
Tenías mucho talento.
Tienes mucho talento.
Y siempre supe que conseguirías lo que yo no pude conseguir.
Fue estúpido por mi parte, pero fue la forma de protegerme.
-¿Y por qué me cuenta esto ahora?
-Porque es la verdad.
-No todo el mundo piensa igual.
Está claro que se equivocó.
-La que se equivoca eres tú, Ana.
Eres la diseñadora con más talento que ha pasado por estas galerías.
Y debes seguir siéndolo.
En esta vida no se pueden dar pasos atrás.
Eso sí que sería cometer un grave error.
-Le agradezco mucho que se preocupe por mí.
Pero no sabe lo que estoy pasando.
-Sí, sí lo entiendo.
Yo también soñé con dejar de ser modista.
Y también me enamoré de un Márquez.
Yo me dejé vencer, Ana.
Y me arrepiento cada día de mi vida.
No hagas tú lo mismo.
-Gracias.
-Dámelas cuando hayamos arreglado este desaguisado.
-¿Se puede?
-Claro, pasa.
-Te he comprado unos bombones, pero como no estaba seguro si les sentarían bien... también te he traído unas flores.
-Muchas gracias.
No hacía ninguna falta.
Te agradezco mucho que hayas venido, Raúl.
Es muy importante para mí.
-Cristina, ¿cómo has podido hacer algo así?
¿Te das cuenta de lo horrible que es?
Llamaste a la prensa y has jugado de una forma deplorable con la reputación de una persona.
[sollozos] No me hagas más reproches, Raúl, por favor.
No estoy bien.
Hace mucho tiempo que no estoy bien.
¿No lo ves?
No estoy bien.
Yo ya no me reconozco.
[llanto] [♪ Stéphane Huguenin: "Stay By My Side"] -Alberto, no sabía que estabas aquí, perdona.
-Tranquila, yo ya me iba.
-No hace falta, la azotea es grande para los dos.
Y hace una noche estupenda.
-Sí.
¿Qué tal te ha ido el día?
-Mal.
A ti no te puedo engañar.
He oído lo de Cristina, lo siento mucho.
-Ha sido solo un susto.
Ana, yo quería que supieras... Todas las decisiones importantes que he tomado en mi vida las he tomado pensando en ti.
He podido equivocarme.
He podido no, me he equivocado.
Pero nunca lo he hecho de manera consciente.
Estoy convencido de que tu carrera profesional no ha hecho más que empezar.
Vas a conseguir todo lo que te propongas.
Vas a conseguir todos tus sueños, Ana.
Estoy seguro.
Buenas noches.
-Muchas gracias.
Buenos días, Carlos.
-Buenos días.
-Buenos días.
Qué buena cara traes, ¿no?
-Sí.
-Con la noche que hemos tenido tú y yo aquí.
Rita, estamos... Rita, estamos... -¿Qué?
-Que estamos... que estamos... Que estamos traba... Madre del amor hermoso.
-Madre del amor hermoso.
¡Ana!
¡Ana!
¡Ana!
¡Despierta!
¡Hija!
Que tienes que leer esto.
¡Despierta!
No seas de porra, venga, dale.
Mira.
-¿Qué pasa?
"Cristina Otegi espera un hijo de otro hombre".
-Pues que se ha acabado tu momento de fama, eso pasa.
-Madre mía, la que se va a liar.
Perdón.
No sabía que estabas reunido.
-Encantado de saludarte, pero ya me iba.
Llámame siempre que lo necesites.
-Gracias.
-¿Quieres explicarme de una puñetera vez qué es lo que está pasando aquí?
-Me marcho, Mateo.
Me voy de las galerías para siempre.
-No habíamos firmado nada.
-Lo tengo claro, Mateo.
Se lo debo a Ana.
La decisión está tomada.
-Ella sería incapaz de hacer algo así.
-Tu mejor amiga me ha arruinado la vida.
Ha conseguido que no tenga nada por lo que luchar.
-El gran amor de tu vida acaba de hundirte.
-¿Es verdad?
¿Alberto no es el padre?
-Te lo iba a contar.
-¿Por qué no lo hiciste?
-Porque eso no cambia nada, ¿no?
-¿Qué pasa con su mujer?
-Está muy encima mío.
-Esta noche comenzamos los estudios.
-No es momento para discutir ahora, Pedrito.
Vente para acá, que he sacado un rato.
-Gloria.
-Carmen.
-Por fin has llegado.
-Pero cómo no va a estar una madre en los preparativos de boda de su hija, ¿verdad, cielo?
-Que me he enamorado.
-No te puedes enamorar de la señorita Patricia.
-Pues llegas tarde.
-Quiero darte ya mi regalo de bodas.
-Tú dame todas tus acciones y nada de esto se sabrá.
-¿Y por qué yo?
-Porque los Otegui son mucho más poderosos que tú.
Y yo quiero la mayoría y la quiero ya.
-¡Eres un egoísta!
¡Un perdedor!
¡Un cabrón egoísta...!
-Sus sueños, sus ilusiones, su casa.
¿Está dispuesto usted a renunciar a todo eso?
Support for PBS provided by: